La reforma sanitaria me parece injusta, entre otras cosas, porque condena a una muerte cierta a un gran número de personas.
No sé si os habéis parado a pensar en que debido al copago no solamente de medicinas, sino también de tratamientos dietoterápicos y del transporte sanitario no urgente, mucha gente no va a poder seguir recibiendo tratamientos que en muchos casos significan la diferencia entre la vida y la muerte.
El periódico El País daba el domingo 29 de abril un par de claros ejemplos al respecto. El primero, el de dos niñas de 8 y 14 años que padecen fenilcetonouria, una enfermedad que impide metabolizar las proteinas de los alimentos. Para que estas niñas puedan susbsistir, necesitan ingerir ciertos preparados dietoterápicos que cuestan unos 2.000 euros para cada niña. La madre está en paro y el padre cobra 1.000 euros al mes. ¿Cómo van a poder pagar el 40% del tratamiento de sus hijas, es decir unos 1.600 euros mensuales?
El segundo ejemplo de El País es el de un jubilado
barcelonés que precisa diálisis 3
veces por semana y tiene una pensión mensual de 730 euros. No va a
poder pagar los 30 y pico euros que cuesta el transporte colectivo de
pacientes de diálisis en Cataluña por sesión. El transporte para
este caso, lo podemos extender a todo tipo de pacientes que precisan
ese tipo de prestación, por ejemplo a aquéllos necesitados de
quimioterapia y que no pueden acudir por sus propios medios al
hospital.
Por otra parte, el caso de los inmigrantes irregulares es
especialmente sangrante. Al poder ir exclusivamente a urgencias, se
corre el peligro de colapsarlas con lo que eso implica de deterioro
de las mismas hasta límites insostenibles, que afectarán a todos
los ciudadanos, no solo a los inmigrantes. Además, si tienen
enfermedades infecciosas y no se tratan a tiempo, se corren riesgos
de pandemias. Imaginemos un caso de tuberculosis de una persona que
comparte el piso con otras. Si esa enfermedad no se trata a tiempo,
lo más probable es que afecte a más personas de las que habitan con
ella y a partir de ahí, la tuberculosis se extienda con facilidad al
resto de la población, lo que no solo significa un desastre bajo un
punto de vista sanitario, sino un coste económico importante para
arreglarlo, es decir, lo que se denomina “hacer un pan con unas
tortas”.
Consideremos también el problema de inmigrantes con enfermedades
graves, por ejemplo, SIDA. Si no pueden recibir el tratamiento
adecuado, porque se les niegan medicinas que obviamente no pueden
pagar, están condenados a una muerte segura.
Al margen de estas consideraciones y muchas otras que se podrían
hacer, los colegios de abogados consideran inconstitucional la
reforma sanitaria. Próximamente publicaré lo que decía El País de
ayer al respecto para los que no hayan tenido ocasión de informarse.
E S P A C I O de nuestros mas entrañables correligionarios de las CCOO de CEPSA
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El duende verde
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